La primavera es la estación de la vuelta a la vida de la naturaleza, el resurgir de las plantas y el momento de procreación de numerosas especies animales. El olivar es un ecosistema único en el que esta estación también se deja sentir con fuerza. Llega el momento del florecimiento de nuestros árboles, de nuestros olivos. Unas pequeñas flores son el signo de una nueva vida, de un nuevo ciclo en nuestros campos. Esas flores darán lugar a nuestra futura cosecha y hoy te queremos contar algo más sobre la primavera en el olivar.
La primavera en el olivar
Así es, esas florecillas blancas son el origen de todo, el origen de nuestro producto, el origen de nuestro AOVE. Aparecen entre finales de abril y mayo que es cuando el olivo florece. Un buen cuidado del olivo durante los primeros meses de primavera y, por supuesto, el resto de ella es de vital importancia para que estas lleguen a buen puerto. Es decir, para que lleguen a cuajar y nos den nuestras apreciadas aceitunas.
Por eso esta estación es un momento crítico en el olivar. Un momento para fertilizar, una época para no olvidar el riego si las necesarias lluvias primaverales no llegan en su momento o si los meses anteriores han sido secos.
Además, hay más factores ante los cuales los olivareros tienen que estar atentos, aunque poco puedan hacer, como, por ejemplo, la temperatura. La llegada de olas de calor tempranas, a mediados de mayo y otros factores, pueden provocar daños en estas flores y que produzcan frutos partenocárpicos, es decir frutos sin semilla y de un tamaño ínfimo. En el caso del olivar estos frutos son llamados de diversas formas según la zona. Algunos de estos nombres son azofairón o zafairón aunque existen más variantes regionales.
Pero si todo va bien y los olivos son manejados con manos sabias como las de nuestros asociados estas semanas de trabajo primaveral darán su fruto. Darán su fruto y el próximo otoño e invierno nuestros árboles nos darán el mejor de los regalos: nuestro oro líquido.